Ayer ...
de sus pétalos encendidos se desprendía la
esencia viva de una joya.
Ni una sola espina en su tallo grácil y delgado… solo
la fragancia de un amor más grande que el infinito, soplando suavemente en las
velas del corazón…
Piel de mi piel, sangre de mi sangre.
Al paso
de unas horas, esas que hacen de ayer, hoy…
Tras el perfume de la rosa hay un
abrazo que apura el instante y poco a poco, se extingue para recibir el hosco
beso de la lejanía…
El grito mudo de la
ausencia que acaricia con ternura esos pétalos y se hace recuerdo…
Y queda...
un cuarto desierto que se
instala en el alma, la ropa olvidada, los ojos que se buscaron empañados de
lágrimas para abrazarse en la distancia...
Queda un: “Te extraño siempre”
mientras
que,
con el vuelo del gorrión llega ese vacío que golpea el estómago…
La
espera...
La puerta abierta al sol de la esperanza que
calienta.
Dama de seis.
Pétalos, aroma y nostalgia en una bella fusión. Jesús.
ResponderEliminarGracias, Jesús. Una combinación de emociones encontradas. Dotamos a nuestros hijos de alas para que vuelen libres... Somos felices cuando son felices, pero no podemos evitar esa punzada nostálgica cada vez que dejan el nido.
EliminarBesos.
Conozco esa sensación. Pero deben volar, como hicimos nosotros en su día. Pero la distancia es una fuente latente de dolor. Leve pero continuo.
EliminarCierto, la distancia es una espinita clavada en el alma, a veces llevadera, a veces difícil de llevar. Pero siempre una espinita que al removerla, duele.
EliminarLa espera es un laberinto con mil puertas. Y en cada una hay una despedida y un deseo. Pero tú lo transformas en materia lírica. Muy bello.
ResponderEliminarGracias, Rafael. En cada despedida hay un deseo, cierto y el anhelo de un reencuentro que cuando llega nos hace sentir completos.
EliminarUn abrazo y un beso muy fuertes.
Los besos hoscos de la lejanía provocan que el alma se me desborde por los ojos. Me hace tanta falta...
ResponderEliminar-Verónica
Gracias, Vero. Profundo y hermoso como tú.
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