Ayer ...
de sus pétalos encendidos se desprendía la
esencia viva de una joya.
Ni una sola espina en su tallo grácil y delgado… solo
la fragancia de un amor más grande que el infinito, soplando suavemente en las
velas del corazón…
Piel de mi piel, sangre de mi sangre.
Al paso
de unas horas, esas que hacen de ayer, hoy…
Tras el perfume de la rosa hay un
abrazo que apura el instante y poco a poco, se extingue para recibir el hosco
beso de la lejanía…
El grito mudo de la
ausencia que acaricia con ternura esos pétalos y se hace recuerdo…
Y queda...
un cuarto desierto que se
instala en el alma, la ropa olvidada, los ojos que se buscaron empañados de
lágrimas para abrazarse en la distancia...
Queda un: “Te extraño siempre”
mientras
que,
con el vuelo del gorrión llega ese vacío que golpea el estómago…
La
espera...
La puerta abierta al sol de la esperanza que
calienta.
Dama de seis.