No sé cuándo
es que el reloj del tiempo
comenzó a marchar a toda prisa…
Sólo sé que
entre mis dedos,
una tarde de invierno,
se transformo en viento lo que fuera brisa
…
Y comencé a caminar lento, lento,
mientras todo a mi entorno se desmedía…
Alguien me arrojaba a las llamas del infierno
entre inquietantes pasiones
y lágrimas perdidas…
¿Viste?
¡Con sangre
se regaron las margaritas!…
Sueños disgregados por la ventana de la nada,
furtivas
escapadas…
¡Mentiras y más mentiras!
Ahora sé
que el perdón no es más que un camicace suicida
que trepa por el alma,
la desgarra y te vomita…