sábado, 24 de febrero de 2018

Carta para el otro lado



         



    Otro 24 de febrero y como poco, desenvuelvo tu imagen del envoltorio de los recuerdos. Desde este otro lado, desde donde te escribo… ese lado donde se dice que pasan las cosas, poco hay de nuevo. Yo me hago mayor, mama se niega a envejecer y tus nietos van creciendo. El mayor es todo un hombre ya…, porque es ineludible el paso del tiempo.
          Me gustaría decirte que soy muy feliz, sin embargo, algo me die que tú ya sabes cómo están las cosas. Ya ves, sigo siendo aprendiz en este difícil arte de vivir, y quizá, nunca aprenda todo cuanto baste.  Me viene a la memoria, entre las nebulosas de los sueños, una tarde lluviosa en la casa del pueblo. Habías encendido la chimenea y atizabas con las tenazas el fuego… Sobre la mesa había una caja de colores, pero yo hacía garabatos sobre un papel con un lapicero.
    Papa ...
    ¿Qué?
    No, nada.
              No me miraste, pero yo podía ver a través de tus pupilas azules, la danza de las llamas como en un espejo, mientras apilabas las brasas, una a una,  para mantener vivo el fuego. Entonces, sin levantar la mirada, dijiste:   
    Cada cosa que sucede en la vida, viene con una caja de colores de regalo… 
que se ponga rosa, o se vuelva negro, será cosa del lápiz que escojas para pintar.  

Desde entonces, no he dejado de trazar líneas rosa, o nubes azules sobre papeles negros, y aunque es cierto que el negro no desaparece, un poco se suaviza. También es cierto que he matizado con grises algunos papeles blancos… Porque también recuerdo oírte decir, que en la vida,  nada es totalmente blanco o negro…, que en medio, siempre hay un gris.
    Se dice que  el blanco es la ausencia absoluta de color, 
pero en realidad resulta de la superposición de los colores luz, verde, rojo y azul,
 mientras que, el negro, al que se le supone la suma de todos los colores en la misma proporción, 
le basta con el cian, el magenta y el amarillo. 
Resulta obvio entonces, que la vida está llena de colores. 
Ver las cosas desde la prospectiva del blanco  o la del negro, depende solo de ti. 

Parecía fácil al escucharte… Pero he de decirte, papa, que muchas veces no pinto porque el papel ya viene pintado. Que a veces, aunque resulte arriesgado, puedo cambiarle al dibujo algún esbozo, o  entrecruzar nuevas líneas que se abren a los caminos… Pero otras, no sé si las que menos o las que más,  no me queda otra que aceptar los trazos que vienen marcados… Y eso, para qué decirte, que … Me disgusta.
  Esa parte de mí que se aferra a tu recuerdo, sigue llorando por tu ausencia desde el silencio. Pasan los años, pasa el tiempo, se desvanecen los paisajes en el polvo del viento,  pero los rosales que plantaste, a pesar de ser viejos, siguen brotando invierno tras invierno, inmortales, como el halo de tu existencia en la memoria.

Dama de seis