jueves, 29 de mayo de 2014

DIALOGOS CON EL RELOJ III - SERENIDAD




                                                                                                                                                                          Fotografia de A. Freile

míng

qiāng




duǒ



àn


jiàn


nàn


fáng




Más fácil es defenderse de una lanza arrojada a plena vista que de una flecha disparada desde la sombra.

                                                                                      


 SERENIDAD - "Donde más hondo el río, menos ruido".

Fotografia de A. Freile

Serenidad,
 puente que se eleva sobre  aguas turbulentas,
Velero al que aferrarse en el agitado mar de las tormentas.
Serenidad.
Serenidad, es la otra orilla de este  río de agua seca
cantos rodados y almas desiertas.
Es el color del sol, el sabor de la hierba,
el sosegado vaivén de olas que esperan
en horizontes azules, abrazarse a la tierra.
Serenidad,
es callar la voz del dolor en el alma quieta,
extender alas,  y sobrevolar las tinieblas.
(Dama de seis)

   




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miércoles, 7 de mayo de 2014

DIALOGOS CON EL RELOJ II




No sé por qué mis pasos se dirigieron hacia aquella calle de empedrado  abrupto y líneas angostas. 
El suave soplo de un viento de primavera se enredaba en las ondas de mis cabellos, una brisa agradecida, cálida y tenue como besos de la tarde sobre las mejillas. 
Caminaba despacio, con el trinar de algunos pájaros enmudecidos de tanto en tanto por la estridencia del tráfico.   
Una mezcla de olores que desfilaban desde el acerbo y el ácido, hasta el más dulce de los sabores, el del café y el chocolate. 
Vitrinas y escaparates en colores rosas y azules, balcones que se derramaban en flores colgantes, a vista entre las verdes copas de los árboles. .. 
Y una tienda extraña de objetos y libros raros, capturó de pronto toda mi atención. 
Hubiera dicho que se trataba de un anticuario, pero ni título ni nombre aparecían en ningún lado.   
Un escritorio de Luis XV con tapa abatible  dejaba ver seis cajones en su interior. Imaginé los folios, el tintero y la pluma trazando los versos de un poema, un pareado que entonces me oprimía el corazón.   
Una biblia ancestral de tapas rusticas y páginas amarillentas parpadeaba en un estante, junto a  una lámpara tiffany, casi olvidada en un ángulo. 
Entonces la vi, allí en el suelo, cubierta por el polvo de la indiferencia. Una lámpara Churchill de pie cromado y curvo con el verde oliva de su pantalla, apagado.  
 Quise hacerme con ella, sin embargo, el dueño no estaba y el muchacho que se había quedado a cargo de la tienda, ignoraba el precio, ni siquiera sabía si estaba en venta. – Volveré otro día  – le dije en tono resignado.   
Y con la lámpara en la mente seguí caminando por calles que me resultaban conocidas, pero cuyo nombre nunca recordé, ni recuerdo todavía.   
Me atrapé en una callejuela empinada y estrecha donde reconocí las fachadas, las puertas, las tiendas… Una calle olvidada junto  mi adolescencia y sin embargo, nada había cambiado, incluso encontré una pequeña pintada junto al marco de una ventana donde rezaba mi nombre y una coletilla: “siempre te querré”. 
 En un instante comprendí la fragilidad de la palabra siempre y seguí caminando con la inocencia de mis quince años habitándome la piel.
Dama de seis.