jueves, 13 de junio de 2013

HISTORIAS DE AMANECER




Amanece. 
Con el claro del día, las sombras se desvanecen y el verdadero contorno de las cosas se perfila.   
Incontables veces se muere  caminando por la vida,   
las mismas que renacemos, 
supongo, 
porque aquí seguimos,  
 tres pasos más allá, 
de aquella  última avenidapor la que un día caminábamos, ingenuamente, 
con el corazón en bandolera, entre unos cuantos caníbales.

A conciencia he amasado diez mil silencios 
y en cada uno,
 he ido avanzando un paso en este dualismo cartesiano, al que a veces,   
nos obliga la vida.

          Amanece sin que recuerde ahora, 
en qué momento comencé a habitar el planeta de los imposibles, 
dejando aparte el poblado de los simios, 
o cuándo comencé a estructurar realidades,
  a hacer fértiles algunos campos de trigo. 
Tampoco sé en qué momento mis manos,   
comenzaron a aficionarse a lo entrañable para no soltarlo ya nunca.  
 Ni recuerdo los avatares que me llevaron a transitar,
 por esas otras historias de verdaderos  héroes y heroínas,   
cuyos nombres y rostros,  junto a otros que pueda encontrar, 
me habrán de acompañar hasta el final de mis días,  
 porque son ellos los acordes , 
que le han enseñado a mi alma nuevas melodías. 

           Amanece  y  en algún amanecer remoto,   
decidí echarme a volar sin perder de vista el camino,   
una vez que pude resolver que al final, 
es más fácil tropezar andando, 
 que a  un simple palmo sobre el suelo.

          Respiro. 
Respiro en otro amanecer meteórico al que,
 le  tomo el aliento en un  contrarreloj: tiempo a tiempo.  
 Reflexiono.
 Reflexiono en cómo es versátil  la estupidez, 
y en cómo es triste la soberbia de quienes se retienen más listos que el último de los tontos….  
 Así se den por llamar políticos, 
dirigentes u otros seres de bajos fondos, 
que a mí  me da igual, porque la inteligencia como la vida, 
no dispone de un manual. 

          Amanece en este mundo de locos entre rosas y violetas,  
 entre palabras y besos  que  día a día  llenan mis madrugadas, 
ojales donde abrochar cien besos más, 
añadidos a la  posdata  que con sus pinceladas, 
diluye en colores la distancia.