martes, 25 de noviembre de 2014

PAISAJES ALTERNATIVOS I

                                                   Fotografia de A. Freile



Pasos acompasados. 
Suspiros en miradas encontradas que se alzan tímidos entre los destellos de nieve blanca. 
Latidos que se vuelcan en la boca para enmudecer las palabras. 
Aquellas que por no ser,  no son y se vuelven innecesarias. 
A manos tendidas las almas heridas aún se duelen, frágiles en su dolor. 
Amasan en coágulos la sangre que aún les brota 
en la brecha abierta por quien se otorgó,
 porque sí,   
 un derecho que no le pertenecía, 
tomó su intimidad y la violó, 
sin entender ni comprender más allá de su propio yo.
… Y todo cabe en el blanco silencio mientras nieva.
 El vuelo del águila. 
La sonrisa cómplice de quienes contemplan. 
El olvido que perdona. El recuerdo que no olvida.  
 La lágrima que esboza los trazos  de un sentimiento puro 
ultrajado… 
Y la sabiduría de quienes heridos de muerte comprenden, 
que aquello que no te mata, 
te hace más fuerte.  
(Dama de seis)




sábado, 8 de noviembre de 2014

TE QUIERO SIEMPRE

Fotografia de Edgar Nevini Freile


Te quiero siempre,
cuando sale el sol,cuando llueve…
 
  Es tu ausencia
dolor insondable,
insoluble, inacabable.
Daga silente que lacera
con el pulso insolente
de los sin tierra.

Te quiero siempre,
desde ese  instante
que tu corazón vibrante
hizo eco en mis latidos
y se hizo tu sangre
de mi sangre,
tu carne de mi carne.

Te quiero siempre,
por la fragilidad con la que caes
 de aquello que ignoras,
de aquello que sabes
en  tus ojos verdes
y piel de armiño,
mi niño grande, mi niño, niño …

Te quiero siempre,
Grites o calles
tu  dolor dormido…
Lloro cuando  lloras,
y cuando ríes, rio.
Si olvidas, olvido.
Te quiero siempre
mi niño grande, mi niño, niño.
(Dama de seis)



miércoles, 5 de noviembre de 2014

CIUDADES




                        Octubre empezó regresándome a Italia, cuando aún bailaban en mi retina las vistas aereas de Croacia y los tejados rojos de Dubrovnic. 
                        El aeropuerto de Malpensa, mantenía su olor a viejo en el sobrio verde-oscuro de paredes de posguerra. El reencuentro con las costumbres y la lengua fué de sopetón.
                         La Estación Central, majestuosa, permanentemente en obras, seguía alzando sus cupulas de acero al cielo, en ostentación del poder fascista por orden de Mussolini. Un cruce de vias y poderes, de trenes en un laberinto de arribas y abajos, de estaciones, metros y distancias. 
                          Había regresado a Milán unos cuantos siglos más tarde. O eso creía yo.  Porque el  andar por aquellas calles, antaño a diario transitadas,  por otros motivos y en otras circunstancias, en algún momento... me hizo temblar el corazón. Acababa de alzarle la cubieta a albún de incontables páginas,  y las imagenes se derramaban ausentes, sin rostro y sin voz, hasta que... De aquel parque de suelas gastadas, de pañales y biberón, danzando en las partículas del tiempo, resurgían las risas y las lágrimas que dejé olvidadas en el cajón de la incomprensión.  
                          No había cambiado el otoño. Casi nada había  cambiado, salvo yo.  Las aceras, ni más estrechas ni más anchas, ni más cortas ni más largas, seguían cubriéndose de crujiente  hojarasca. El cappuccino  y el café, venían, como siempre, acompañados por un bombón, bajo el mismo telón de cielo gris. Pensé entonces, en las veces que en aquel pasado, ansié el sol y el horizonte azul del mar. Mi mar.  Mientras, año tras año, veía como  el otoño se vestía en la niebla. Como la nieve de invierno  cubría por completo los jardines de blanco y el viento del norte, soplaba demasiado helado por ventanas y  rejas.  Más adelante,  llegarían las templadas lluvias que harían crecer ,en verdes ramas la primavera y  como un milagro,  despuntarían otra vez, flores entre la hierba.  
                           En esta ocasión, Milano, me aparecía más sosegada y hermosa…  Quiza fuera  porque comprendiera, que sólo se perdona, aquello que no tiene memoria.   


Dama de seis.