Amanece.
Con el claro del día, las sombras
se desvanecen y el verdadero contorno de las cosas se perfila.
Incontables veces se muere caminando por la vida,
las mismas que renacemos,
supongo,
porque
aquí seguimos,
tres pasos más allá,
de
aquella última avenida, por la que un día caminábamos, ingenuamente,
con
el corazón en bandolera, entre unos cuantos caníbales.
A conciencia he amasado diez mil silencios
y
en cada uno,
he ido avanzando un paso en este dualismo cartesiano, al que a
veces,
nos obliga la vida.
Amanece sin que recuerde ahora,
en qué momento comencé a habitar el
planeta de los imposibles,
dejando aparte el poblado de los simios,
o cuándo comencé a
estructurar realidades,
a hacer fértiles algunos campos de trigo.
Tampoco sé
en qué momento mis manos,
comenzaron a
aficionarse a lo entrañable para no soltarlo ya nunca.
Ni recuerdo los avatares que me llevaron a
transitar,
por esas otras historias de verdaderos héroes y heroínas,
cuyos nombres y rostros, junto a otros que pueda encontrar,
me habrán
de acompañar hasta el final de mis días,
porque son ellos los acordes ,
que le han enseñado a mi alma nuevas
melodías.
Amanece y en algún amanecer remoto,
decidí echarme a volar sin perder de vista el
camino,
una vez que pude resolver que al
final,
es más fácil tropezar andando,
que a un simple palmo sobre el suelo.
Respiro.
Respiro en otro amanecer meteórico al que,
le tomo el aliento en un contrarreloj: tiempo a tiempo.
Reflexiono.
Reflexiono en cómo es versátil la estupidez,
y en cómo es triste la soberbia
de quienes se retienen más listos que el último de los tontos….
Así se den por llamar políticos,
dirigentes u
otros seres de bajos fondos,
que a mí me
da igual, porque la inteligencia como la vida,
no dispone de un manual.
Amanece en este mundo de locos entre rosas y violetas,
entre palabras y besos que día
a día llenan mis madrugadas,
ojales donde
abrochar cien besos más,
añadidos a la posdata
que con sus pinceladas,
diluye en
colores la distancia.
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