En
cada pétalo esta el perfume de tu mano,
y
el tibio manto de tu luz.
Tú
las sembraste en la nada y desde la nada,
en
cada una de ellas, estás tú.
No
me avergüenzo de echarte de menos
cuando
en el frágil de sus pétalos,
encuentro aún,
el
remanso quieto de tu mirada azul…
Y es que al jardín de las rosas,
Papa…
Al
jardín le faltas tú.
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