De los días
pasados en los que no importa a quién o cuánto quise,
si es que quise o amé,
quizás alguna vez,
hice por fin el recuento.
Y sumé momentos.
Hice ríos
angostos y turbulentos con el cauce de mis lágrimas;
hice cascadas de risas que
se desprendieron de repente hacia ese abismo que,
con la yema de los dedos,
roza el azul de la felicidad.
Recompuse historias que por alguna razón ignota,
habían
impregnado en sepia los recortes de fotografías.
Historias que, irremisiblemente
sin saber, se atesoraban en las páginas escogidas del corazón…
¡Oh, sí!
¡Prenderle fuego al aire hubiera sido más fácil que prenderle fuego al corazón
y engarzar con silencios, uno a uno, el sucederse de los días!.
Poco a
poco, recogí en los atardeceres púrpura
de un álbum íntimo,
las historias de alma y piel con las que hice, en algún
momento, mil barcos de papel.
Y así,
por
la quebrada de mis lágrimas
vi desfilar los barquitos de cada una de esas páginas que se desleían,
en tanto que iban marchando, embebidas tal vez,
vi desfilar los barquitos de cada una de esas páginas que se desleían,
en tanto que iban marchando, embebidas tal vez,
por un paisaje híbrido de ruina y ceniza en el
que,
algún día, puede ser,
el trigo entre amapolas y las margaritas, vuelva a crecer.
Quizá no
fuera fácil escribir después,
en gradación roja,
los últimos párrafos para el
alba gris del recuerdo.
Tal vez no fuera fácil,
emprender un nuevo viaje envuelta
por el velo díscolo de la bruma;
caminar bajo el chapoteo incesante de una
soledad sin retorno,
en la que tomar conciencia de que…. El camino del olvido,
es una ardua senda por la que hay que caminar a solas.
en la que tomar conciencia de que…. El camino del olvido,
es una ardua senda por la que hay que caminar a solas.
Sin embargo,
he de
decirlo,
el trazo de un respiro propio, con una vida toda mía en el aliento de
un aire puro y fresco,
lejos… Muy lejos de los bosques de árboles exangües,
lejos… Muy lejos de los bosques de árboles exangües,
cuyas raíces exánimes se enredan, inexorablemente,
a cualquier pasto por
nefasto que éste sea;
y esa inquietud, ineludible, de concederle a la sutil estría de la esperanza,
el permiso para surcar ávida los
pliegues de mi piel hasta devorarla con rabia;
me hacia sonreír…
Y eso, ya sólo
eso, valía la aventura del adiós.
El polvo del tiempo haría el resto, y llegaría
un nuevo tiempo:
Tiempo para vivir…
En barcos de papel, lluvia de estrellas en cielos de
lunas rojas.
En barcos de papel, historias.
Historias de alma y piel, en barcos,
si…
En barcos de papel.
Dama de seis
Dama de seis
Impresionante texto, Antonia... Haces acopio de ti misma y respiras grandeza. Valió la pena la aventura del adiós... En tu caso está claro que si...
ResponderEliminarGracias por tus palabras querido, Rafael. Cuando el aire se vuelve asfixiante por enrarecido , es mejor aventurarse a partir que acabar contaminado y terminar por ser alguien que no tiene nada que ver conmigo. Hay muchas formas de renacer, pero la mejor que conozco, es aquella de mantenerse fiel a los valores que rigen nuestro espíritu.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.