viernes, 8 de septiembre de 2017

UNA VENDA EN LOS OJOS DEL ESPEJO






            Llovía. 
Llovía con la misma fuerza que lo hizo en aquellos días y el agua, 
como entonces,   
seguía golpeando en los cristales empañados de soledad,
 con su silencio ronco chapoteando entre los “puede que”, o los “quizá si…”  
Un pensamiento isósceles 
con el primer soplo  de otoño que la envolvía. 
Era el mismo viento húmedo que, 
de nuevo, 
dejaba sentir el quejido acrílico del desgaste que hurga en los bolsillos del alma… 
Era un hilo de recuerdo que la regresaba a aquella noche en llamas y 
al sucederse de cien días apagados… 
¡Los contó!
 ¡Uno a uno los contó como si de un rosario de brumas se tratara!   
Aún le dolían las sandalias del miedo que tanto habían arañado sus pies… 
Sus ojos vendados, heridos por la oscuridad de la incomprensión… 
sus manos atadas con cuerdas de sangre…  
 mientras le vendaba los ojos al espejo y a ciegas,
 para no ver,  
 le preguntaba al espejo por qué.
          Nunca hubo una respuesta. 
Solo una  imagen borrosa de un  “él”  en el ángulo roto que hay detrás de los sueños, 
ese ángulo cuyo umbral, 
el olvido, 
no osaría cruzar.
            Nunca hubo una respuesta,
 solo hubo otros “él”… 
 ¡Tan estúpida y miserablemente iguales! 
Pero no le vendó los ojos al espejo, ni se calzó las sandalias del miedo… 
Bajó a la calle para empaparse de lluvia, 
extender los brazos al cielo y 
volar….
          Alguna vez la encuentro… 
Como un misterio
 adivina mi mirada,
 entonces me mira, 
sonríe, y luego 
se desvanece fragilmente 
 como se desvanecen los sueños.

Dama de seis.

2 comentarios:

  1. Un escrito para leer despacio, entre la propia bruma que desprende... la de los recuerdos, la de otra vida..., para ir soltando como ropa vieja aquéllo que nos oprime... y al final comprender, siempre comprender.
    Me encanta leerte.

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  2. Gracias Rafael, y a mi me encanta que te encante leerme. ¡Cuantas vidas vivimos! Y en cada una de esas vidas, siempre, siempre está la esencencia que somos... Esa esencia que nada ni nadie puede atrapar.
    Siempre es un placer contar contigo.
    Abrazos.

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