Voces, ecos oscuros sin rostro
que se filtran por
las ventanas
y le prenden fuego al aire,
luego, todo se hace irrespirable.
Camino a pies desnudos
sobre los espinos de los probables
mientras dibujo los contornos
de un semblante que no habita nadie.
Acopio silencios en latidos
y latidos en coágulos de sangre.
Me llega un tímido te quiero
cada vez que la herida sangra y se abre,
reverberación de un iris perdido en el desierto
cuya pupila, de vez en cuando, esculpe mi imagen.
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