Fotografía de A. Freile
El
horizonte prendido en llamas y en él, el piélago fundido en mareas de amarillo
y rojo,
sobre un profundo suelo marino.
Añil marino en brisas de brea y sal.
Fotogramas
impresos en la retina para no olvidarse jamás.
Dubrovnik – Ragusa y una
historia de amaneceres en tejados rojos sobre la espalda desnuda.
Una ciudad
reconstruida por el último verso de sus islas y el sosegado oleaje de un mar
abierto a las mareas victoriosas…
Aguas cristalinas que se adormecen al remanso
de sus bahías, invitando a un nuevo viaje.
Y no sé por qué, enlacé ese recuerdo,
con una novela leída hace tiempo, “La hija del este”, de Clara Usón…
Tal vez,
la clave cuelgue de los matices con los que se vestía el rojo sobre la
inmensidad del índigo, y que, sutilmente, a través del explícito de cañones y
fortalezas, me hablara de guerra.
Y la guerra, como soldado fiel y combatiente,
me capturara para llevarme de la mano hasta aquellas páginas un día abiertas… Tal vez.
O
quizá, con ese rojo hervir de la sangre que nunca se vuelve agua, simplemente, en
un presente evaporado, surcara de nuevo el océano de la distancias,” hijos,
padres”, “ayer, mañana” con un relato de leyenda que habitaba en mi memoria… Quizá.
O
bien, no fuera más que el halo expandido en rojo y marino, de la historia de la
propia historia.
Un legado siempre vigente.
Un mapa de tesoros escondidos cuyas coordenadas descubro a medida que vivo y que,
de un modo u
otro, conforma parte de mi “yo”.
Rememoré
“La hija del este”, si.
Y como un arrebato que gira de repente, porque así son
los pensamientos y las ideas,
me deslicé por los párrafos escritos entre líneas
y consideré,
con visión nueva,
cómo trascienden inevitablemente, en mayor o
menor medida,
los actos de nuestros progenitores en nuestra propia existencia.
En cómo nosotros, a un tiempo,
perpetuamos en un tatuaje albino,
nuestros aciertos y errores sobre la
piel de nuestros hijos.
Y en cómo…
Ni siquiera un gesto mínimo, es
intrascendente.
Dama de seis
Hermoso poema, Antonia. En la biblioteca de los recuerdos, estos afloran caprichosamente sin que tengamos un control efectivo sobre ellos,
ResponderEliminarGracias, José Luis. me alegro de que te guste. Así es. Nuestro bagaje particular es un extenso cuadro de luces y sombras, de páginas escritas con anexos en sus márgenes que se fijan en la memoria como fotogramas. Basta un olor, un sabor, una imagen, o una palabra ....para que se presenten, a capricho unas u otras.
EliminarAbrazos.
Tus palabras son pinceladas en las acuarelas de la memoria. Paisajes, libros, recuerdos familiares... todo eso forma la trama del tapiz en que se materializa el texto. Felicidades por escribir.
ResponderEliminarGracias, Rafael. Defines con gran belleza y exactitud la intención de mis palabras. Pintar ese cuadro abstracto que se configura entre el presente que se desliza y todo cuanto nos evoca al velo de lo vivido.
EliminarUn abrazo.