Fotografía de Antoniia Freile
Había algo frágil en
aquellas horas de espera… Eran como pompas de jabón desarticulándose en el aire
sin más perfume que el desgarro de la incertidumbre.
Con la inconformidad de un café frio que golpea el estómago, llegó
la lista de vuelos cancelados y la de
pasajeros en tierra sin previsión exacta de partida. Una contrariedad aleatoria
que le robaba tiempo al tiempo, como eslabones perdidos de una cadena que se
achica. Nadie había respondido a las llamadas del desespero. A cada número
marcado, una grabación impersonal y
metálica les iba poniendo números a los interrogantes sin que hallara ni
aproximación ni respuesta.
Y hube… por fuerza…
que acariciar esa porción dilatada de quien aguarda y devolver el corazón a la quietud de la demora…
Mitigar allí algo parecido a la rabia…
Algo parecido a la impotencia.
Y hube … por fuerza …
que entregarme a la onda de silencio blando donde la noche respira y mientras,
fundirme sin más en el murmullo tibio de las ideas que iban desprendiéndose, despacio, dentro de ese respiro blando, dentro de ese pulso
nocturno... con la misma indolencia con la que se desprenden las hojas de otoño de los
árboles.
El sol de la mañana
siguiente, lucía en el desconcierto portando consigo un velo de estremecimiento
y tristeza.
El sol de la mañana siguiente, exhalaba un manto de luto súbito y
denso como la niebla, extendiéndose por las calles de Bruselas. A su paso, había
impregnado las pupilas de un sabor demasiado amargo y sin embargo… Que esa
amargura, preocupantemente, comenzara ya a formar parte de lo cotidiano, tensando, una vez más, las frágiles cuerdas del alma.
Rescaté del álbum de la
memoria otros días de Bruselas. Mi paso efímero por sus calles estrechas. Y a
pesar de los años pasados, me dejé
invadir por el aroma achocolatado que ondulaba
en el ambiente como una invitación permanente en tanto que, me debatía
en la búsqueda de un Mannenken Pis que había imaginado de tamaño descomunal. Quizá
fuera por el espíritu de leyenda de aquel gesto tan natural y humano que, de
modo fortuito, o no, en su día, apagara la mecha de un explosivo librando de un desastre a sus ciudadanos. Pero finalmente logré identificar la estatuilla después de pasar treinta
veces por su lado… En realidad, se trataba de una talla pequeña impostada en un
ángulo de vía angosta no muy lejos de la Grand-Place.
Recordé así, la asimetría alquimista y húmeda de aquella plaza ... La
Grand- Place y sus treinta y nueve
casas de simbología transversal a lo
largo de su historia. Aunque ya por
aquel entonces, se escurrían de sus
ventanas coffee-shops y cervecerías tan
singulares como estrafalarias… Al punto, de hallar en una de ellas un Quijote a
tamaño natural.
Tampoco pude obviar la remembranza
de la calle Charles Buls, abocada a la plaza y en la cual descubrí, incrustada
en una pared, la Figura de Everard ‘t
Serclaes , esculpida por las manos del artista belga Julien
Dillens. Una talla con tanto de particular ... Según los lugareños, traía la
suerte a todo aquel que pasara la mano por su brazo. Probablemente no fuera más que otro giro de
leyenda después de que Everard ‘t
Serclaes,
ejecutado en el siglo XIV, se convirtiera en héroe por defender la ciudad de Bruselas y los derechos de
sus ciudadanos.
El recuerdo roto...
El escalofrío de
un minuto tarde....
La quemazón de una guerra de guerras en donde la muerte se
siembra indiscriminadamente en cualquier parte.
La mañana siguiente de todo…
Era impensable, como no podía ser de otro modo,
rememorar Bruselas sin volver la mirada a otros lugares…
Calles destruidas y desiertas. Huida masiva de gentes camino a ninguna parte, salvo a la
sobrevivencia, que no es poco….
Y no pude por menos que preguntarme… Todas esas preguntas sin respuesta, tan
desnudas como la mudez metálica de los contestadores automáticos que lanzan
palabras al azar y formulan ideas equívocas… Un mundo de locos éste, al que le
han robado la poesía.
Recogida en una meditación breve pude darme
cuenta, dentro de un desayuno extraño, de lo arbitrario de las víctimas… De la
esclavitud del miedo… Del poder de la nada…
Dama de Seis
Brillante escrito para una herida sobrecogedora. Una prosa tersa y magistral, felicidades, Antonia.
ResponderEliminarGracias, Rafael. No son buenos tiempos, y menos lo son para la lírica, creo que es obvio para ambos. Pero a los amantes de las letras, se nos puede pedir todo menos que dejemos morir nuestras plumas... Aunque el momento social de la humanidad sea tan triste como decepcionante.
EliminarUn abrazo.
Las buenas bailarinas, hermanita, danzamos donde sea menester.
ResponderEliminarjajajaja. Así es, mi querida hermanita Mª José. Lo mismo bailamos sobre las quietas aguas que en las más bravas, en el aire o en las montañas... Todo es cuestión de no perder el equilibrio.
EliminarBesos inmensos.