Paciente excavaste en la caliza roca
que salvaguardaba mi alma,
maestro tú,
yo simple mortal y profana …
Poco pudo sospechar mi estupidez
que en excavar me juzgabas,
que ibas a ser tu mi juez
y mi abogado la simple nada…
Ingenuamente me desnudé
en piel y palabra,
ahondando contigo mi roca pálida…
Y como respuesta a mis por qués
encontré angosturas impensadas…
No es esta la latomía de Siracusa,
ni soy yo ateniense o esclava,
ni es este el cicerónico discurso
de las catorce *Verrinas que exclaman …
Más hoy, soy la Fuente Aretusa
con su latomía blanca
que bebiendo del silencio
en sus muros cierra el alma.
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